EL NOMBRE
¿Por qué Colegio Público “Los Álamos”?
Independientemente de lo que
nos pueda sugerir este evocador nombre
de árbol, nuestro
Colegio no debe su nombre a dicha especie arbórea, sino a uno de los
molinos de ribera más rancios de la huerta de Murcia, “El
Molino de Los Álamos”,
el cual lo tomó, sin duda, de algunos ejemplares de estos árboles que se
encontraban en el entorno inmediato, cercanos al almacén de grano y molienda
que hoy se conserva restaurado, y que definió el eje del barrio o sector urbano
en el que se encuentra enclavado nuestro Colegio, en concreto la calle
Fotógrafo Verdú.
Cuando intentamos atravesar el río
Segura hacia el Plano de San Francisco, por el puente peatonal aún sin nombre, obra
del ingeniero Manterola, justamente a la derecha del entronque de dicho puente con el cauce
artificial del río, podemos ver una estructura y unos arcos de piedra que son
los restos de aquel vetusto molino.
Tal vez que
su contemplación no sugiera demasiadas ideas al espectador que no conozca su
historia o no esté sensibilizado para ello, pero las actuales piedras han sido
testigos de muchas horas de trabajo y sudores de quienes año tras año, de día y
de noche, aprovechando la fuerza del
otras veces incesante y limpio caudal de nuestro Segura, convertían en
rica harina los sacos de trigo, cebada o panizo traídos desde cualquier rincón
de nuestra huerta, o en aromático pimentón los sacos de “cáscara de pimiento de
bola”, traídos desde Espinardo, Molina, Santomera ...
Enfrente,
al otro lado del azud del río, junto al Plano de San Francisco, se encontraba el “Molino de Roque”, pero éste
era mucho más pequeño y de menor envergadura.
El Molino de Los Álamos, aunque no
era comparable por su menor tamaño, al Molino de las Veinticuatro Piedras
-actual Museo Hidráulico- era uno de los más laboriosos de nuestra vega;
contaba con ocho molinos o piedras, seis de las cuales eran movidos con la
fuerza del agua del río, por una misma turbina, además de dos piedras de las
llamadas de “rodete”, que tomaban la fuerza del agua independientemente de la
gran turbina que alimentaba las otras seis. Durante una larga época, la última
de su historia, aquella turbina movía, a la misma vez que las seis piedras, un
alternador o ingenio productor de energía eléctrica que la suministraba a la
red pública de Hidroeléctrica, con la que tenía suscrito un convenio por el
cual en los periodos de estiaje o de
poco caudal, utilizaba gratuitamente -o en compensación- la energía eléctrica de la red pública, como
fuerza motriz de los molinos.
Ocupaba uno de los rincones más
tranquilos de Murcia, cercano y a la vez separado de la ciudad, rodeado de
huertos de limoneros, en un sosegado
ambiente con el único telón de fondo del murmullo del agua del río y el
incesante tableteo de las tarabillas de los molinos. Su único acceso era desde la Plaza de la Paja a través de la
desaparecida Calle de los Álamos. Bien podría decirse que los versos de Vicente
Medina, fueran escritos para este rincón:
Perenne,
de día y de noche,
dando
en la muela salticos,
se
siente la tarabilla
del
molino ...
Saltando
la tarabilla,
hace
caer a chorrico
de
la tolva a la solera
el
trigo ...
Y día y noche semeja
de
un corazón los latidos,
saltado
la tarabilla
del
molino ...
Ojalá, que el Molino de los Álamos,
sea para toda la comunidad educativa de nuestro Colegio -alumnos, padres/madres
y maestros- una sugerente parábola, símbolo real del trabajo bien hecho
que en él se desarrolló y de la paz y
concordia con que se llevó a cabo.
Joaquín Contreras Rivera.
El proceso administrativo resulta menos poético.
El centro se identifica al principio como CP Nuestra Señora
del Carmen II.
El 30 de noviembre de 1989 (con más de un año en marcha) el
ayuntamiento manda un escrito (tras recibir otro de
El 20 de diciembre de 1989, el Consejo Escolar escoge como
nombre el de Los Álamos, dando comunicación al ayuntamiento.
El ayuntamiento en su Comisión de Gobierno del 12 de enero
de 1990 autoriza la propuesta del Consejo Escolar, dando traslado a