sábado, 9 de marzo de 2024

 

Biblioteca del colegio Los Álamos

Fue en el año dos mil cuando obtuve un nuevo destino como maestra de educación especial en el colegio de Los Álamos. Como todos los docentes en el centro, aparte de ocuparnos de nuestros cursos y alumnos, desempeñábamos otras labores, dentro de nuestro horario escolar, que redundara en la organización de la escuela, labores como la coordinación de medios informáticos, organización de los planes de evacuación, la puesta  en marcha y el mantenimiento de la biblioteca… por suerte pude elegir y no lo pensé; leer siempre ha sido una de mis aficiones preferidas y opté por darle el lugar que se merecen los libros en el ámbito escolar.

La idea era:

- Organizar un espacio suficientemente grande donde los alumnos acudieran a leer para entretenerse, para buscar la información que precisaban a la hora de ejecutar sus tareas escolares, realizar préstamos e incluso acudir en los recreos para tener un espacio de ocio donde la lectura fuera el eje y la motivación de su tiempo de descanso.

- Despertar el amor por los libros y habituarse a estar en este lugar como una enseñanza para el futuro; nuestros alumnos crecerían y tendrían que frecuentar las bibliotecas para realizar sus estudios o para encontrar refugio en historias que les hicieran viajar a otros lugares, a otras épocas, que les hicieran reír o pasar miedo.

Lo que encontré a mi llegada fue un espacio pequeño, en la planta baja, pero con un buen número de ejemplares perfectamente registrados y organizados, aunque, por las reducidas dimensiones de la sala, no podía ser visitado por un grupo numeroso de alumnos.

Por suerte, al trasladarse los alumnos de la ESO al instituto, quedaron algunas aulas libres en la primera planta, así que con las estanterías y los fondos que teníamos, realizamos el traslado; se adecentaron los muebles, se organizó el espacio y así arrancó la biblioteca, en un lugar más amplio, con mejor luz y que daba cabida a un mayor número de alumnos.

Era el tiempo en que las bibliotecas escolares empezaban a informatizarse y la Consejería de Educación subvencionaba económicamente los proyectos presentados y seleccionados para dotarlos de más medios, en cuanto a infraestructura y a la adquisición de fondos.

Se elaboraron varios proyectos, que al principio no fueron seleccionados, pero fue al tercer intento cuando la suerte estuvo de nuestro lado y nuestra empresa salió adelante.

Como queríamos aprovechar al máximo la dotación económica, hicimos muchos cálculos para poder cubrir nuestras necesidades; se compraron estanterías, mesas, sillas, taburetes, un ordenador y hasta un Split de aire acondicionado, porque nuestro centro, a día de hoy carece de ello, siendo imprescindible, dadas las altas temperaturas que ya desde los meses de abril-mayo hasta octubre-noviembre sufre nuestra región.

 

Contamos también con la inestimable colaboración de un compañero de otro centro, aficionado al dibujo y a la pintura que, ya jubilado se prestó a decorar una parte de la sala.



Nuestro propósito era crear un espacio cómodo, que invitara tanto al estudio como al disfrute y para ello organizamos varios rincones, uno de ellos para infantil cuyo suelo se forró de tarima, tarea de la que se encargó la asociación de padres, para que los alumnos pudieran estar a su gusto; las estanterías de los más pequeños estaban situadas en la pared con el objetivo de que alcanzaran a los libros que manejaban, el resto se organizó en todas las paredes útiles de la sala. Otra zona se organizó con mesas y sillas medianas y el tercero con mesas más grandes y altas, así se daba cabida al alumnado de todas las edades.

Se adquirió un ordenador y una mesa con un sillón para el bibliotecario, estores para las ventanas, armarios para el material; se instalaron ordenadores antiguos que estaban en el centro y que aunque tenían poca capacidad de memoria, su funcionamiento era aceptable.




Por último y no menos importante, había un requisito imprescindible para poner en marcha la biblioteca, la responsable debía hacer un curso en el Centro de Profesores y recursos que tuvo una duración de dos cursos escolares; allí aprendimos a catalogar, a manejar el programa informático Abies, a realizar actividades de animación a la lectura…y con toda esta formación nuestra biblioteca comenzó por fin a funcionar.

Los principios, como todos, fueron duros, una cosa es manejar los conocimientos mientras estábamos realizando el curso y otra muy diferente verse sola frente a un ordenador, con cientos de libros por catalogar, ubicar, seleccionar, realizar expurgos, programar actividades, confeccionar horarios y distribuir al alumnado.

Por suerte tuve la desinteresada ayuda de mi compañero Juan Alberto Paredes, quien ya conocía como organizar una biblioteca y quien con una paciencia infinita resolvía todas mis dudas y pasaba cuantos ratos le permitía su horario, ayudándome.

Todo fue empezar a rodar; los alumnos comenzaron a visitar la biblioteca con curiosidad, venían a leer, a buscar información, a llevarse libros a casa, a ofrecerse voluntarios para colaborar, fue un éxito de afluencia. Pero todavía se podía aprovechar más este espacio y decidí abrir la biblioteca durante los recreos, tres días a la semana. Les dimos responsabilidades, de forma voluntaria a los alumnos mayores como colaboradores de biblioteca; aprendieron a ordenar libros por géneros, por edades, memorizaron los códigos de clasificación y también ayudaban a los usuarios a localizar sus búsquedas; llevaban el control de préstamos y devoluciones bajo mi supervisión. Esta tarea les motivó mucho y la biblioteca fue un lugar muy visitado durante los recreos y en los horarios de clase establecidos para ello.

Una de las ideas principales era mantener los fondos actualizados, queríamos que los alumnos leyeran según sus intereses y para ello necesitábamos adquirir novedades que nos obligaban a contar con presupuesto económico para su adquisición, pero ya habíamos invertido toda la dotación y no contábamos con más presupuesto por parte de la Consejería de Educación; para ello decidimos cada año celebrar el “día del libro” organizando un mercadillo con los fondos que se iban descatalogando y con donaciones particulares, vendíamos los ejemplares a un precio simbólico de un euro.


La idea tuvo muy buena acogida por parte de toda la comunidad educativa y así con el dinero recaudado podíamos satisfacer los deseos de nuestros educandos dándoles la oportunidad de leer lo que verdaderamente les interesaba.

Otra de las actividades que tuvieron mucho éxito fue la celebración de la semana del terror y el misterio en la biblioteca, aprovechando el comienzo del mes de noviembre, en el que se celebra el “día de todos los Santos” y Halloween. Se trataba de realizar una animación a la lectura de este género literario que suele gustar a los niños y por el que se interesan mucho.




Cada año se elegía un tema y se desarrollaban actividades para todos los cursos, desde infantil hasta el último curso de primaria. El decorado de la biblioteca contaba con la participación de profesores y alumnos y se ha de decir que cada curso nos superábamos. Llevaba meses de trabajo diseñar y elaborar lo que en dos o tres días iba a ser un lugar para la imaginación, el misterio y la diversión.

Había cuentacuentos, escenificaciones, lectura de fragmentos de obras del terror más clásico, presentaciones audiovisuales y extractos de películas basadas en textos literarios, que recomendábamos.

El profesor de inglés, Juan Alberto Paredes se prestó para contar cuentos sobre Halloween en inglés, procurando adaptarse al tema que se había elegido. Por allí pasaban esos días cuantos maestros y maestras querían participar, contando historias, hablando de tradiciones, escenificando pasajes de obras del género…En definitiva, todos preparábamos con muchas ganas estas jornadas que tanta ilusión le hacía a nuestro alumnado.



Además de estas actividades, también organizábamos otras en Navidad y para cada Semana Cultural también encontrábamos el hilo conductor con el fin de que en la biblioteca se desarrollaran actuaciones que tuvieran que ver con la temática elegida.

Por último y para incentivar a los alumnos a la lectura, se organizaban reuniones por las clases para informar de las novedades que cada mes aumentaban nuestra biblioteca; los alumnos mayores ayudaban y aconsejaban a los pequeños, se elaboraban listas con los más lectores del mes y al acabar el curso se les reconocía con un diploma su interés por la lectura y su colaboración en las tareas de la biblioteca.


Cumplimos nuestro objetivo de reconocer que este lugar del colegio era el germen con el fin de fomentar el ocio, el entretenimiento y la cultura para que a lo largo de su vida y visitando bibliotecas mayores y más completas les ayudara a formarse como adultos más cultos y responsables.


María José Cánovas Aliaga











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